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“Si le hubieras hecho caso a tu madre, hoy no estarías aquí”…. (Frase de ánimo en un tramo de la carrera a pie).

Pero como no le hice caso, ahí estuve, con mis compañeros y con mucha gente en la cabeza.

A las 6 de la mañana empezó todo sonando la alarma del móvil, compartiendo desayunos y bostezos. Todo preparado y camino del polideportivo de Güejar Sierra para dejar las bicis. Neopreno al hombro, gafas, gorro y camino al pantano de Canales donde iba a pasar el peor tramo de natación que recuerde, y no por golpes como otras veces (“solo” eramos 150 participantes), sino por el calor y la sensación de agobio al nadar en aguas demasiado calientes y con neopreno, sensación de bochorno total, y el asma que se disparaba. La solución? Fácil, respirar tranquilo, bajar el ritmo y dejar que el cuerpo se aclimate a tanta temperatura alta. Al final, 2000 metros en 29 minutos que no está nada mal. Nos quitamos el neopreno, las gafas y el gorro y nos ponemos las zapatillas para hacer el camino de vuelta hacia el polideportivo, transición de 2 kms todo en pendiente, ando junto a Alex Rodríguez, por detrás vienen Ríos, Óscar y Busta, y por delante Abel y Fran.

Empieza la bici, lo que mas me apetecía y para lo que mejor preparado me veía. Sigo el camino hacia el primer puerto y la primera “dificultad”, “El Duque”. Poco antes de empezar la subida, bebo y como algo, recordando los consejos del mister Iván Tejero. Me marco un objetivo claro, dosificar, dosificar y dosificar. Y eso hago, buen ritmo pero sin forzar, las piernas súper cómodas y hablando con un chaval con el que hice toda la subida. A mitad de camino alcanzo a Abel, Busta y Alex, cosa que no esperaba porque pensaba que vendrían detrás de mi. Sigo al mismo ritmo y corono “El Duque” junto a mi compañero de fatigas. En la bajada hacia Monachil por la carretera de Sierra Nevada me adelanto unos minutos, sin querer pedalear mucho llego al inicio de la segunda “dificultad”, “El Purche”. Me paro a recargar agua justo antes de empezar, y ya está Alex conmigo, con el que hago casi toda la subida a este puerto.

Un par de semanas antes lo subí por primera vez, como parte de entrenamiento, y ese día pudo conmigo, eché pie a tierra varias veces, deseé no haber ido, el calor era insoportable y no disfruté en ningún momento. Extrañamente esos son los días que luego se recuerdan, y eso es lo que hice, recordarlo, pedalada tras pedalada, “hoy no podrás conmigo”, “hoy subo cueste lo que cueste”, y antes de darme cuenta ya estaba en el avituallamiento, justo donde dos semanas antes me tuve que parar a tomar agua y un helado del restaurante que allí hay porque no podía mas. Último kilómetro de subida aconsejando a mi compañero de fatigas (si, el mismo con el que subí el primer puerto, también lo hicimos en este segundo) por donde tirar en la bajada, ya que el día que lo entrené me fijé en todos los baches para no tener problemas el día de la carrera. La bajada enlaza con la carretera de subida a Sierra Nevada, la misma por la que 3 horas antes había bajado.

Ya “solo” me quedan los 15 kms hasta Pradollano y la subida al puerto Hoya de la Mora. Sigo dosificando, pensando y sabiendo que esto es muy largo y queda mucho. Paramos en el avituallamiento de “El Dornajo”, el mejor de todos (sin quitar méritos a los demás), momento de risas, hielo picado para los botes de agua, y un puñado de hielo que me echa un voluntario por la espalda que me dio la vida. Me salió el “gracias” más sincero. Un empujoncito para poner las calas y a seguir mi camino.

Llego al giro de Pradollano, y empiezo a subir hacia el último puerto del día. Las sensaciones siguen siendo buenas, no hay síntomas de fatiga ni cansancio. Me cruzo con Montoro y Fran (dos bichos de los buenos), ellos bajan con buena cara y nos saludamos.

Subir un puerto en el que ves el final constantemente pero que nunca llega, y solo haces pedalear, pedalear y sigues viendo que no se acerca, que por mucho que hagas la cima sigue estando allí y que alguien la va alejando…subir un puerto así, es desmoralizante. Para colmo empiezan los problemas en los dedos de los pies….los dedos de los pies!!! ¿Qué problemas pueden dar unos dedos? Pues dan problemas, se quedaban tensos, perdía la sensibilidad y no pude hacer mas que bajar de la bici, quitar las zapatillas y estirarlos. Gracias a ese juez que a la segunda vez que paraba a estirarlos se bajó de la moto a ayudarme. Por fin termino este último puerto, hago el recorrido a la inversa y pensando en poder correr sin que me den muchos mas problemas los pies. Llego a la transición, me la tomo con calma, hablando con los “fans” y bebiendo un poco de agua que me ofrece Barranquero (ya había terminado su triatlón olímpico y estaba animándonos).

Carrera a pie, 21 kms repartidos entre subir a la antena, observatorio o no se qué que haya allí arriba y luego bajar. Me encuentro con un participante de la modalidad olímpica (1500-40-10), y nos hacemos los primeros kms juntos, andando y hablando. Subimos por las urbanizaciones (donde hay mensajes de animo, como con el que abro esta crónica) hacia de nuevo la carretera que te lleva al puerto Hoya de la Mora. Nos encontramos sentado y totalmente desmotivado a Javier, un chaval de Rota al que animamos a seguir y quitándole de la cabeza el abandonar y mucho menos ahora, después de llegar a donde ha llegado. También está haciendo el olímpico y conseguimos llevarlo un km hasta que decide parar. Aquí me doy cuenta de lo que estoy haciendo, de la dureza que tiene esta prueba y ya no solo física sino mental, mucho mas mental que física diría yo. Los dolores no son nada comparado con la sensación de querer parar, si aceptas esa sensación, no tienes nada que hacer o quizás si….

Me despido del primer triatleta con el que empecé a correr, el coge su camino hacia el final del olímpico y yo sigo el mío hacia la “antena”. Se que Abel viene por detrás y deseo que me alcance para no subir solo. Al final lo hace junto con otro chaval.

En pocos kms somos 4 los que compartimos la subida. Pendientes que como Óscar hizo, es mejor subirlas de espaldas que de frente. Manos a las rodillas, y a subir. Rodeamos el embalse (las veces que he pasado por allí iba sobre una tabla y deslizándome como buenamente podía sobre la nieve, ahora era con mis pies y sobre tierra, pero también como buenamente podía). Compartimos historias, experiencias en otros triatlones y ambos coinciden en afirmar que esto es mas duro que un Ironman (los dos tienen Larga Distancia a sus espaldas). Al final consigo llegar, de nuevo un avituallamiento (chapeau por esos voluntarios y militares que aguantaron allí arriba hasta el ultimo participante).

Empieza la bajada. Lo que tenia que ser lo mas “fácil”, se convierte en una pesadilla.

Los pies ya ni los siento, bajar y clavarlos es doloroso a no poder mas. A estas alturas ya me ha pasado Alex Ríos y lo veo cada vez mas lejos, y por mucho que quiera hacer, no puedo correr mas rápido de lo que voy. Ahora si es la primera vez que se me pasa realmente por la cabeza lo de parar, pensar que quizás el año que viene se me de mejor porque bajar 10 kms así va a ser imposible, pero me viene a la mente un recuerdo, el SKODA de Málaga. Me prometí ese día que no abandonaría jamás una carrera si no era en ambulancia. Y con dos lágrimas bajando por las mejillas, no se si de rabia o de dolor, empecé de nuevo a correr. A pocos kms de la meta, ya estoy con Óscar y sabemos que Busta viene detrás. Nos coge justo antes de empezar la última bajada, la que nos deja justo en las escaleras antes de subir a la plaza de Pradollano, la plaza de la meta.

Ya estamos aquí, ya hemos llegado, ya lo tenemos después de 2 kms nadando, casi 90 de bicicleta con “El Duque”, “El Purche”, la subida a Pradollano y “La Hoya de la Mora” y casi 20 kms de carrera y 8 horas y 47 minutos de placentero sufrimiento.

Ya si, ya somos “Finishers” del Medio Ironman más duro del mundo. Ha merecido la pena!!!

Saludo a mis compañeros, a mis “fans” y me encuentro con Javi, el de Rota, con su medalla colgada al cuello y demostrando que no aceptó la sensación de querer parar.

Y tal y como empieza esta crónica…

…Mamá, me alegro mucho de no haberte hecho caso, porque de habértelo hecho, hoy no estaría escribiendo esto.

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