Sometido al recuerdo de una letra de canción, dibujando en el aire sus versos, los cuales no acabaran posiblemente copando las futuras listas de mejores canciones, pero la melodía de María Villalón ha conseguido que ante cierta inclemencia meteorológica su recuerdo sea lo primero que se te venga a la cabeza. Llueve y las aceras están mojadas…el día empezaba a desperezarse dándonos una bienvenida un tanto desapacible aún estando cargado esta de grandes expectativas; el continuo descenso de temperatura que marcaba el ordenador de a bordo del vehículo refrendaba lo que ya intuíamos, se avecinaba una jornada marcada por el mal tiempo y que tendría su punto álgido cuando una espesa niebla nos envolvía acuciando temores, infundados antaño, a través de un juego en donde su protagonista Harry Mason llegaba al pueblo conocido como Silent Hill. La niebla no dio lugar a conocer tan entrañable pueblo, sin embargo, si vino acompañada de un descenso de temperatura registrando en ese momento 5º.

Albolote nos acogió con nervios, signo inequívoco de que algo se estaba cociendo en aquellos instantes, el asfalto reflejaba momentos de lluvia intensa agolpando en algunas curvas del recorrido grandes charcos. Cielo plomizo y amenazante que apremiaba a ser diligente con el comienzo de la prueba. Unos desafiantes al frío y otros abrigados hasta el extremo, dejando una única apertura a través de la cual vislumbrar el recorrido. Sonrisas y buenos deseos se mezclaban por igual en las inmediaciones del Polideportivo Municipal.

Y aquí estas, cual orgulloso león, rodeado de 1500 valientes banderizos que correrán contigo luciendo majestuosos blasones en distintos estandartes y sin pretenderlo te ayudarán a tomar tu particular castillo, un tiempo de otro tiempo, una muesca en la espada, una sinfonía desafinada, un mal recuerdo, un todo y nada. Aquí estáis, mis particulares hermanos juramentados ataviados con vuestros mejores ropajes, sin necesidad de ningún tipo de discursos alentadores a lomos de un arrogante corcel con el que dignificar la figura del majestuoso Bucéfalo. Los corazones se aceleran, el frío desaparece al abrigo de tantos de vosotros que sin pretenderlo hoy acudiréis conmigo a la guerra. Una cruzada sin espadas, sin lanzas o armaduras, una ofensiva con un todo y un nada sustentado en tus piernas. Oído el disparo, empieza nuestra particular batalla, las piezas avanzan lentas, muy lentas, y entre un tropel de zancadas cae la primera pieza, levantada rápidamente, puesto que mi guardia juramentada no abandona jamás a los caídos.

La salida del polideportivo permite ir obteniendo progresivamente el ritmo que pretendemos conservar hasta dar con nuestro peculiar objetivo. Cada uno escribiendo a cada paso su particular historia, una crónica sustentada en horas de entrenamientos donde has ido amoldando tu cuerpo y mente para sacar partido al sufrimiento. Empiezas a ver los primeros caídos, tras una larga calle bajando donde dejar ir tus piernas, llegaba otra ascendiendo a la que no acababas de verle el final, salidas especialmente fuertes daban al traste con algunos corredores no acostumbrados a dominar el demonio interior que siempre te invitará a detener tu avance. No nos encontramos un recorrido especialmente bonito, no serán las calles de un polígono industrial las que nos dejen un grato recuerdo tras disputar esta carrera, los corredores que vamos adelantando nos dicen que vamos por el buen camino, los que nos acaban pasando parece que nos invitan a seguirlos, a echar más carbón al impulso de nuestra locomotora. Empezando a notar el esfuerzo uno se centra en acompasar la respiración, en las líneas azules pintadas en el asfalto, a veces líneas, otras flechas o indicativas de distancia. El ánimo que se van dando unos a otros lo haces propio, las piernas flaquean, el recorrido sigue sin darte un respiro, un pequeño descanso viene acompañado de ligeras subidas que acaban mermando cualquier reserva para la entrada en el Polideportivo. Los últimos kilómetros que nos acercan a la línea de Meta, vuelven a ser en subida callejeando por lo que ya si, son calles del pueblo de Albolote. Entras en el Estadio con la sensación de haber consumido todo el combustible, aún sin saber como, eres el portador de la antorcha que debe recorrer los últimos metros para encender el pebetero, metros de gloria o de fracaso y asumes que aun sintiendo que no puedes, es el final, aprietas los dientes y atacas con un esprín final que suele dejar un buen sabor de boca si consigues adelantar posiciones.

María del Mar, Manu y Jimmy pudieron dar las gracias a sus particulares hermanos juramentados que en la Villa de Albolote les ayudaron a vencer al cronómetro alcanzando el objetivo pretendido. Respecto a nuestro compañero Fran se acercó a su marca personal en la distancia aunque no consiguió el objetivo deseado al presentarse a esta cita, aunque puede estar tranquilo respecto a futuras citas, el esfuerzo siempre conlleva recompensa.

 

Un tiempo de otro tiempo, una muesca en la espada, una sinfonía desafinada, un mal recuerdo, un todo y nada.

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